15 de agosto, cancha de fútbol 7 en la colonia San Juan. CDMX.
Nunca se sabe cuándo ocurrirá un suceso importante en nuestras vidas. Ese cliché que dice la gente: «La vida cambia de un segundo a otro», es tristemente cierto. Porque las frases trilladas, por muy repetidas y cansinas que sean, no dejan de ser verdaderas, honestas, genuinas o dolorosas. Tal vez por eso jode más cuando nos pasan esos cambios abruptos.
Fue el 15 de agosto, un jueves en la noche mientras jugaba fútbol con unos amigos cuando, faltando dos minutos para que terminara el partido – dos pinches minutos -, en un cambio de dirección mientras perseguía el balón, que se trabó mi pie izquierdo en el césped sintético con caucho y el resto de la pierna rotó hacia la izquierda. La rodilla izquierda giró mientras el pie se enganchó y algo se descolocó al momento.
La inercia del movimiento me hizo dar un paso más mientras se sentía un dolor y calor justo en la rodilla que recién había recibido un latigazo que movió toda la articulación. Ya en el suelo, al mismo tiempo en que golpeaba a puñetazos la cancha por la frustración, supe que algo extraño estaba pasando. El árbitro tardó un poco en para el partido, dos rivales se acercaron a ver qué ocurría y los demás compañeros comenzaron a llegar poco a poco. También llegaron el par de árbitros de la cancha y la paramédico que hasta emoción demostró por ponerse en marcha.
No pude mover la pierna, no sin ayuda. La paramédico me dijo que se estaba inflamando rápido, tenía que vendarla para evitar la hinchazón, el único problema sería la movilidad limitada. No pude apoyar la pierna, tuvieron que sacarme cargando y acercarme al auto de un camarada quien se ofreció a llevarme a casa. El dolor y la incertidumbre crecían por igual, el diagnóstico preliminar: algo en los ligamentos, rupturas parciales o totales.
La noche se fue en llegar a casa, avisarle a la familia, arreglar los paseos del perro, comenzar a ver cómo solucionar el trabajo a distancia y ver si era viable pasar la noche en casa para ir al otro día con los especialistas correspondientes. Era recordar los pasos a seguir, los mismos que doce años antes me tenían a punto de una operación de rodillas (rótulas lateralizadas y limpieza articular), la misma sensación en general pero con un un dolor específico muy diferente.
Pude apartar una cita con mi fisioterapeuta de confianza para la mañana siguiente, justo para hacer una evaluación del daño y, de ser necesario, que recomendara a un traumatólogo, ortopedista o especialista.
Entre tantas cosas pasando al mismo tiempo, era recordar que esto sólo parecía el principio de algo.





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