21 de agosto. Ciudad de México y Ojo de Agua, Estado de México.
Hace doce años me operaron de las rodillas, las dos al mismo tiempo. Fue por ahí de finales de febrero de 2012. Cirugía ambulatoria que consistió en limpiar ambas articulaciones de pequeños desgarros, líquido articular y algún pequeño daño de cartílago. La misión principal fue realinear los ligamentos rotulares, fijlarlos de nuevo en su lugar para así dejar las rótulas en su sitio.
Los dolores en ambas rodillas eran ya casi permanentes. Se hinchaban, crujían, se trababan. Me quejaba de ellos desde mucho tiempo antes, desde que yo tenía catorce o quince años. La excusa era el crecimiento, también el fútbol y cualquier actividad al aire libre que hiciera. Ya para los meses previos a la cirugía, no se podía echar la culpa a nada que no fuera algo raro. Además, esa sensación de saber que algo no va bien con el cuerpo es muy particular porque sólo uno sabe lo raro que es todo el proceso, nadie más le puede consolar o entender a través de lo que significa la incertidumbre de no saber qué tiene. En esos años pensaba que eso era la soledad.
Hoy no estoy seguro de que eso sea soledad en estado puro. Al final, en aquellos días, me operaron y toda una red de apoyo que estaba ahí se activó de una manera muy linda y cálida, de una forma hasta tierna. Cuando uno es joven, no se da cuenta de lo que hay alrededor, tenemos prisa de avanzar a quién sabe dónde y con quién sabe quién. También por eso la soledad es inesperada, porque sentimos que vamos junto a un montón de gente cuando terminamos por marchar solos a la nada.
Hoy, en una van que nos lleva y nos trae de Ojo de Agua, Tecámac en el Estado de México, en pleno tráfico tan característico de la ciudad me acuerdo de la operación de hace doce años, del doctor que estudió en Suiza y que parece lo han desahuciado por una falla hepática por complicaciones de alcoholismo, de la clínica de rehabilitación en Puebla donde vi jugadores de fútbol, ahora todos retirados, de la chica que se destrozó la rodilla, la carrera deportiva y la vida planeada pero que lo veía todo con un gran optimismo; me acuerdo de mi ex novia, del primo lejano que encontramos en la clínica, de mi abuelo, de no caminar bien, de las jaquecas post operatorias y más.
Aún sigo sin saber qué va a pasar ahora.





Deja un comentario