19 de septiembre. Clínica en la colonia Jardín Balbuena, Ciudad de México.
Después del simulacro en donde la instrucción a la gente ingresada y sus familias no existe y parece ser no hacer nada, llegaron un par de camilleros para comenzar la ruta hacia el quirófano. Salir del cuarto, maniobrar por el pasillo, entrar en paralelo al ascensor y meter todo el armatoste para bajar unos cinco pisos. El plano secuencia viendo el techo de la clínica mientras uno va acostado en la camilla tiene su importancia y dramatismo en el fuera de campo; escuchar y no ver lo que hay alrededor.
El quirófano está vacío, entre las enfermeras y la anestesióloga me conectan todos los monitores y catéteres. Van llegando los cirujanos con la cofia, guantes, cubrebocas y batas. Llegan de buen humor, riéndose y hablando que estaban en otra operación justo cuando comenzó el simulacro. Los doctores rompen el hielo, preguntan a qué me dedico y dan ideas para un reality de doctores, hospitales, guardias y quirófanos. La verdad es muy buena idea.
Llega mi doctor de cabecera, el ortopedista con sub especialidad en cirugía articular que está listo para una cirugía más de rutina. Sabemos que el ligamento está todo roto y no sabemos bien el daño del menisco pero pues hay que repararlo. La anestesióloga pone una playlist bastante buena, con canciones que sonarían si de mi dependiera. Los doctores hablan del simulacro mientras operan, cuentan experiencias que han tenido con sismos e inundaciones; la cirugía no para nunca a menos que de verdad estén en peligro de muerte. En caso de incendio o sismo, todos abandonan el quirófano menos los anestesiólogos. Lo malo de no tener anestesia general es que uno se da cuenta de todo. Lo bueno de no tener anestesia general, es que uno se da cuenta de todo.
El ligamento anterior cruzado se reparó con un injerto de tejido tendinoso tomado del tendón conocido como «pata de ganso». Se perfora la tibia y el peroné, se pasa el injerto por esos huecos y se fija con un par de tornillos auto absorbibles que van en el peroné y con otro tornillo de titanio en la tibia. No es suficiente titanio para sonar en los aeropuertos pero algo es algo para las historias.
El menisco fue la parte interesante de la cirugía. Por el movimiento de la rodilla que causó todo, el menisco externo se rompió en dos: el cuerno del menisco se separó del resto, un corte vertical; mientras que el resto del menisco tuvo cortes horizontales. En lugar de una sutura se necesitaron dos, limpiar toda la articulación y planchar todo con calor. Hace doce años, con las rótulas, se podía ver todo el proceso en el monitor, donde resulta que de la misma forma, todo fue más serio de lo esperado.
El fin de la cirugía es un poco anticlimático, no es que haya algo emocionante que contar. Comienzan a levantar todo, a quitar instrumentos, a platicar qué van a hacer más tarde. El regreso a la habitación es por la misma ruta: maniobras por pasillos, movimientos para entrar al ascensor, esperar llegar al quinto piso, el plano secuencia continúa hasta las maniobras para entrar a la habitación, hacer el cambio de la camilla a la cama, colocar los sueros y la canalización y saludar a mamá que está tejiendo cosas para los bebés.





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