20 de diciembre. Tecámac, Colonia del Valle Sur, San Ángel, CDMX.

Ya son tres meses desde la cirugía, cuatro de la lesión y como seis de que comenzamos este proyecto audiovisual en el que estamos inmersas varias personas. Unas que recién nos conocemos y otras que ya hemos trabajado en el pasado. Nos ha pasado un poco de todo: retrasos, cancelaciones, lluvia, frío, desmañanadas, desvelos, armas de fuego, borrachos, rumbos dudosos, etc. Muchas de las cosas que todo proyecto de cine y televisión vive de forma cotidiana en México.

Aprovechando las fechas, el pretexto, las posadas y las ganas de hacer algo para no llegar a casa con la sensación de que pudimos festejar algo; algunos del equipo fuimos (decidimos a última hora) a tomar algo. Fue el último llamado del año, así que debíamos hacer algo para distender, desconectar y ponernos en modo festivo navideño. Unos tragos, algo de cenar y la buena compañía de los cinco que solemos llegar a estos mini eventos.

Del punto donde nos deja la van de producción a un bar, que estaba cerrado. Caminamos a otro por el rumbo que estaba por cerrar. Por lo menos nos dejaron entrar a todos al baño, entramos, meamos y nos fuimos. Volvimos al rumbo del primer bar cerrado y encontramos uno de poca monta, medio de mala muerte, de esos donde hay alcohol barato y comida frita en todas sus presentaciones. Por temas de seguridad, le pidieron a dos del grupo que se quitaran la gorra para poderles ver bien la cara en las grabaciones de seguridad, ya les ha pasado que llega gente a robar, balacear o a pelearse en el bar y todos llevan gorra para taparse las caras. Gran lugar para cerrar el año.

Qué importante es desconectar y al mismo tiempo, retomar la vida. La producción audiovisual es muy absorbente, tanto que los compañeros se convierten en familia, para bien y para mal. Hay tanta convivencia, trayectos y horas compartidas que uno termina sonriendo y peleando un poco con todos los involucrados, ¿por qué no hacer algo que no tenga que ver con trabajo aunque sea con la reserva de energía? A veces pienso que justo ese es el milagro navideño: la convivencia etílica y extrovertida después de las horas de trabajo con la gente que ya no quieres ver más pero que terminas por comprender mejor que a cualquiera.

Luego de unos gin-tonics, traqos preparados con tequila y unos litros de Bacardí con Coca-Cola y agua mineral; papas fritas, chicharrones, alitas y dedos queso; carcajadas, chistes, bailes y chismes después, salimos para cenar (casi que por segunda vez) en una taquería que estaba al lado. Amén por las tortas de pavo que las taquerías venden en temporada navideña. El bajón antes de volver a casa es tan sagrado como el mismo alcohol que se ingiere en cualquier convivio, o eso es lo que me digo cada que regreso a las 5:00 a.m. a mi casa después de noches como esta.

Diciembre se va terminando, el proyecto va avanzando, la lesión va sanando y uno sólo quiere domir.

Pronto habrá más contenido en distintos formatos. Sigan al pendiente.

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La chamba

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