Colonia Actipan, CDMX. 3:00 a.m.
Es de madrugada y mi perro está roncando como sólo él sabe. A veces digo que tengo insomnio pero la verdad es que casi siempre me duermo tarde, no antes de la medianoche, luego me pongo a hacer cosas y el sueño se espanta aún más porque la atención se va a terminar lo que sea que esté haciendo, como escribir una entrada en el diario, por ejemplo.
En unas horas tomo un vuelo hacia Guadalajara porque se casa uno de mis mejores amigos. Nos conocemos desde los once años, bastante más de media vida y hemos estado en varios momentos importantes de nuestras vidas, como hace meses cuando apenas tenía un mes de operado. Él estuvo aquí unos días con su entonces prometida y vieron cómo con rodillera y muletas tocaba moverse hacia donde tocara. Se quedaron con esa idea e incluso contaron los meses que faltaban para la boda. La misión era estar al cien para el 20 de julio.
Después de varios meses, de muchas sesiones de fisioterapia, de regresar poco a poco a la normalidad y de ya haber viajado, buceado, hecho apnea y cargarle una buena cantidad de kilómetros a las piernas corriendo, se podría decir que se llegó a la meta de la recuperación para la boda. Hace unos días estaba en Xalapa y tocó subir un cerro, correr en la cancha que está cerca de casa de mis padres y jugar con los sobrinos que ya pesan bastante. A falta de el alta oficial del doctor Salinas, podemos decir que ya estamos al cien por ciento.
Aún hay ciertas sensaciones extrañas que no logro procesar del todo; sin embargo, el impacto al correr es el natural, la elasticidad y estabilidad están muy bien, los brincos a los charcos y obstáculos ya son normales, incluso subir desniveles empinados se ha convertido en una tarea realizable. Ahora toca enfocarse en otros ámbitos como dieta, bajar de peso, ganar músculo y seguir por ese camino para reforzar toda la recuperación y que los niveles (en todo sentido) sean óptimos.
Todo ha sido llevadero y se podría decir que fácil gracias a la compañía y solidaridad de mucha gente: familia, amigos, doctores, terapeutas, gente que he conocido en estos meses, gente que tuvo algún gesto amable y Pancho, mi perro, que siempre supo estar ahí aún cuando no podía sacarlo a pasear pero estuvo siempre dando cariño. Adopten perros, jamás se arrepentirán.
Justo los días que estuve en Xalapa fue para ver a la familia y a los futuros esposos antes de encontrarnos en Guadalajara. Armaron unas clases de baile con algunos de los invitados a la boda (entre familia y amigos que vienen de otros países), yo sólo iba por tacos pero terminé en la clase bailando salsa, merengue, bachata y payaso de rodeo con dos vueltas. Creo que podemos decir que en efecto, estoy recuperado. Al terminar los tacos, ya despidiéndonos, alguien preguntó: «¿no eras tú el que tenía una rodilla mala?» nos reímos todos y sólo dije: «sí, era yo».
A toda la gente que ha leídos las entradas del Diario de una Recuperación: GRACIAS. Me cuesta escribir en primera persona y creo que se nota. Gracias por leer estas líneas que no son para nada ejemplo de superación ni mucho menos de inspiración. Esto fue un desahogo que espero sirva de reflejo y descarga. Ya no habrán entradas tan seguidas pero seguro que alguna llegará de vez en cuando para contar cómo va todo. Mientras tanto – ahí sí la inspiración actuó – seguiré escribiendo cosas que se me hagan interesantes y espero a a más gente también.





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