Autor: José Agustín.
Año original de publicación: 1964.
Edición especial de 60 aniversario (2024).
Cuando José Agustín publicó La Tumba en 1964 provocó un gran revuelo por muchas cosas que se pueden resumir en una sola idea: la formalidad en la literatura mexicana se estaba rompiendo. La estructura narrativa, el lenguaje, los personajes canónicos, los paisajes y los objetivos; todo comenzó remodelarse desde el pensamiento contracorriente de la juventud.
Así como Gabriel Guía, el protagonista de La Tumba, José Agustín paseó, deambuló, habló, se emborrachó, fumó y viajó por la Ciudad de México. Sin embargo, la vida del autor siempre fue mucho más activa, entretenida y movida que la de su (¿se puede decir?) alter ego ficcionado. Ahora, la ópera prima de Agustín sigue igual de vigente y disruptiva que cuando de suplicó, con la diferencia de que ha influenciado, desde entonces, a varias generaciones de escritores que encuentran en el autor y en la obra la frescura, la inspiración, el empujón de ánimo que se necesita.
Para un José Agustín de 19 años, militante de izquierda, con el sueño comunista más que despierto, inquieto y diurno; encauzado por Juan José Arreola en su taller de literatura, puede parecer inesperado crear un mundo desencantado, vacío, sin rumbo en el que vive Gabriel Guía, un chico de preparatoria que sueña con escribir novelas, que las escribe; sueña con poemas, que los recita; que se enamora pero no siente nada, que se entristece pero no llora, que fuma, pasea y deambula como ser nocturno que flota en la nada. Porque el desencanto juvenil de Gabriel es el alma de José Agustín, sus preocupaciones, sus preguntas, sus inquietudes.
Se destaca la carencia del mundo adulto en La Tumba, la independencia de la juventud en los sesenta que parece haberse extinto con el tiempo, con la sobreprotección de los padres y con la inseguridad de las calles. Gabriel y los integrantes del Círculo Literario Modernista son la prueba de la auto gestión y capacidad de organización de los jóvenes desencantados de la escuela, de sus familias, de la política y de la literatura. Gabriel nos representa pero también nos guía en una ciudad que podemos reconocer pero que nunca pudimos habitar los que nacimos tiempo después de ese presente.
Gabriel tiene que lidiar con la ausencia, con la pérdida, con la muerte, con el duelo; con el divorcio de sus padres que se lo recriminan, con la calentura sexual de la juventud, con los errores por pensar caliente, con el cigarro, con el alcohol, con el bloqueo creativo, las expectativas de la escuela, de la vida y de quedar bien y sorprender a las chicas que le gustan porque son varias y muy distintas entre sí. En fin, el frenesí de la juventud que todos tuvimos, que aún anhelamos y creo que casi todo echamos de menos.
José Agustín escribe como habla la juventud de los sesenta y eso es por demás complicado. Los amigos de Gabriel son los amigos de Agustín, sus profesores, parejas y hasta paisajes urbanos son los que vivió el propio autor. Una novela crucial, potente y necesaria para la literatura mexicana contemporánea, mal llamada de «La Onda», no le digan así, por favor.
61 años después, aquí seguimos hablando, escribiendo y, lo más importante, leyendo a La Tumba. La edición de 60 aniversario es muy recomendable por todos los testimonios que se recogen de sus amigos, colegas y familia. Con prólogo brillante de Brenda Navarro que enmarcar la importancia de José Agustín en ella y en todos los autores actuales.
José Agustín por siempre.




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